Era finales de 2017, un año de transición para mí. Acababa de renunciar a mi trabajo como jefe financiero de cinco compañías, agotado por la rutina. También venía de una experiencia transformadora en México, donde el senderismo, que había sido mi pasatiempo, se convirtió en una nueva pasión.
Había leído sobre el Camino de Costa Rica en redes sociales, una idea que me fascinaba, pero el dinero y el tiempo siempre fueron obstáculos. Cuando me enteré de que podríamos ser los primeros en recorrer oficialmente los 280 km en 7 días, no lo pensé mucho y acepté el reto.
Nos reunimos en el Hotel Balmoral para definir la logística. Aunque ya tenía experiencia como senderista y guía, nunca había enfrentado una caminata de tan larga duración. Así, junto con un pequeño equipo, nos preparamos para cruzar Costa Rica en una semana.
Día 1: Comenzando la Aventura
El primer día comenzó en Caño Blanco. Un bote nos llevó a la Barra de Parismina, y comenzamos la caminata con una mezcla de nervios y emoción. A pesar del sol abrasador y el terreno desconocido, el paisaje era espectacular: playas, pueblos, plantaciones de banano, todo era nuevo para mí.
Después de varias horas de caminata, terminamos el día en Las Brisas, agotados pero satisfechos. Pasamos la noche en una escuela, durmiendo en el suelo. Recuerdo que hacía tanto frío que me vi tentado a envolverme en la bandera de Costa Rica.
Día 2: Atravesando la Reserva Indígena
El segundo día fue intenso. Nos adentramos en la reserva indígena Nairi Awari, donde el barro y la jungla nos pusieron a prueba. El terreno era difícil, y cada paso parecía un desafío. El barro era tan espeso que, en más de una ocasión, sentí que quedaría atrapado.
Recuerdo haberme caído al borde de un sendero. Aunque mis compañeros se rieron y tomaron fotos, finalmente me ayudaron a regresar. Fue un día de grandes esfuerzos físicos y mentales.
Días 3 y 4: Los Llanos y Turrialba
Después de un buen desayuno, iniciamos el tercer día en Pacayitas, bajando hasta la Suiza y atravesando los cañales de Turrialba. A pesar de las ampollas y el cansancio acumulado, el paisaje y las vistas del embalse nos dieron fuerzas para continuar.
El cuarto día fue particularmente duro, con un desnivel de 1000 metros. Tapantí, con sus imponentes subidas y bajadas, puso a prueba nuestra resistencia. Sin embargo, al llegar a Rancho Río Perlas, fuimos recompensados con aguas termales y una cama cómoda. Un verdadero lujo después de tantos kilómetros caminados.
Día 5: La Jungla Premontana
El quinto día nos llevó por un sendero prácticamente inexplorado en la comunidad de Navarro del Muñeco. Era una jungla premontana densa, con ramas y vegetación que apenas nos permitían avanzar. Entre machetes y fuerza bruta, fuimos abriéndonos paso.
Este día, sin duda, fue uno de los más duros. Las cuestas parecían interminables, y el desnivel era brutal. Llegamos a Cerro Alto, a 2100 metros de altura, donde una cabaña con chimenea nos esperaba. Esa noche, finalmente, pude descansar.
Día 6: Despedida del Año en Nápoles
El 31 de diciembre lo pasamos entre plantaciones de café en la Zona de Los Santos, un paisaje que me resultaba familiar. La caminata fue larga y extenuante, pero las vistas eran tan impresionantes que hacían que el esfuerzo valiera la pena.
Al llegar a Nápoles, algunos compañeros salieron a celebrar el fin de año con los vecinos, pero yo decidí descansar para afrontar la última parte de la travesía con energía renovada.
Día 7: Llegando al Pacífico
El primer día del año lo comenzamos con una caminata de más de 50 km, en su mayoría en descenso. Las primeras vistas del Pacífico fueron conmovedoras. Después de seis días de esfuerzo físico y mental, estábamos por concluir el desafío.
Recuerdo el sol abrasador y la emoción de los últimos kilómetros. Cuando finalmente llegamos al puente sobre el estero en Quepos, llamé a casa, emocionado y con lágrimas en los ojos. Habíamos cruzado Costa Rica en 7 días. Fue el mayor logro físico de mi vida hasta ese momento.
Esta aventura fue un punto de inflexión para mí. Desde entonces, he completado el Camino de Costa Rica 33 veces, y sigo esperando muchas más.